Familias monoparentales: ¿maternidad en soledad?

Fuente wikipedia.com

Nuestra sociedad va cambiando, se va transformando. Hace algunos años atrás el concepto de “familia” se encontraba bien definido en el imaginario social: papá, mamá e hijos. Papá trabajaba, mamá cuidaba de la casa y los niños. Pero con el correr del tiempo, y sumadas varias transformaciones sociales, este concepto mutó. Ahora cuando hablamos de “familia” sabemos que puede ser de múltiples formas e integrantes, puede haber más de una figura paterna, más de una figura materna, puede haber hermanos que son hijos del padre, pero no de la madre, así como “hermanos” que son hijos de la pareja de…, entre muchas otras combinaciones.
Las nuevas formas de ser familia son tan variadas como familias en sí mismas, lo que presenta un desafío complejo a la hora de abordarlas o tratar de entenderlas. Una de estas modalidades puede ser cuando la madre no está en pareja, lo que solemos llamar: “mamá soltera”. Criar a un hijo sin la compañía del padre tendrá sus propios retos, que cada mujer podrá enfrentar según sus características de personalidad, recursos y posibilidades. Asimismo, la compañía y apoyo del entorno será crucial, y puede facilitar o entorpecer este proceso.
A continuación los invito a reflexionar sobre algunos puntos que nos ayuden a comprender la realidad de las madres solteras.

El padre siempre está.
En algunas situaciones el padre se mantiene en una actitud activa y presente, participando de decisiones y de las actividades de sus hijos. En estos casos resulta más sencillo ver la presencia del padre. Sin embargo, hay otras realidades en donde el padre “desaparece”, sea porque abandonó la casa, porque vive en el exterior, o porque no haya reconocido al niño. Sea cual sea el caso, en el sistema familiar, en el mundo inconsciente del niño, el padre está. Nadie nace de un repollo. Nos guste o no, el niño tendrá la mitad de genes de su padre, tiene antepasados, una historia familiar que lo precede. Que el padre “se borre”, no hace que esta realidad desaparezca.
Recuerdo una paciente, madre soltera, cuando su hija se enfermó por primera vez, el pediatra le pregunta por antecedentes familiares, y entonces, ella queda en blanco. Allí se da cuenta que hay una mitad de la historia de su hija que desconoce.
Claro que esta realidad va más allá de las características físicas o antecedentes de enfermedades. Es el lugar inconsciente del padre, que cuando está vacío, da lugar a que el niño lo complete con un montón de fantasías. Saber de dónde venimos forma parte de nuestra identidad, y el niño no sólo necesitará conocerla, sino que tiene derecho a hacerlo.
Con el fin de evitarle sufrimientos al niño, hay madres que evitan hablan sobre el padre y el entorno suele acompañar esta decisión, por lo que nadie lo menciona. Peor aún, en algunos casos cuando lo hacen es negativamente. 
Si existió abandono, es una realidad con la que nuestro hijo y nosotras vamos a tener que vivir. Evitar el tema no quitará la angustia, sólo nos enseñará a reprimirla. Primero será la madre quien deberá elaborarla, para fortalecerse y recuperarse. Con esto podrá afrontar el tema con las herramientas necesarias para acompañar a su hijo en su elaboración. Cuando el dolor no nos abruma, podremos hablar de la persona “real” y llenarla de contenido, por ejemplo: “tu padre es carpintero”, “vive en Argentina”, “tienes dos tíos, se llaman Juan y Pedro”. Información concreta y real ayudará a construir esta imagen de quién es el padre biológico y así podremos completar el vacío imaginario.

Poder pedir y recibir ayuda.
Desde los inicios de nuestra especie hemos vivido en comunidad. Es un hecho, una realidad, necesitamos de otras personas para vivir, y más aún en la crianza de los niños.
Poder distinguir el momento cuando preciso ayuda no siempre es tan sencillo. Recuerdo otra paciente que me relataba como se ordeñaba con una mano, mientras con el pie hamacaba el coche donde estaba el bebé, y con la otra mano buscaba unas hojas. La persona que estaba junto a ella, sorprendido, le reclama: “¿por qué no me pides ayuda?”, ella no se había dado cuenta de hacerlo.
Las mamás solteras suelen estar acostumbradas a resolverse por sí mismas, aprenden a gestionarse y organizarse, lo que es un elemento importante que les juega a favor. Pero con esto, a veces no logran ver que hay un “otro” dispuesto a darles una mano. Desde las cosas más sencillas a las más complejas. Cuando la familia biológica es chica, o no está presente, los amigos suelen convertirse en la familia que uno elige. Es importante que la madre pueda saber cuándo pedir ayuda, y recibirla sin sentirse incapaz por no poder hacerlo todo por sí misma. La “mujer maravilla” es una sola, y existe en las caricaturas, no necesitamos tratar de imitarla.

Estatua de una madre en el santuario Yasukuni, dedicado a las viudas de guerra que criaron a sus hijos solas.
Fuente wikipedia.com

            “Madre hay una sola”.
            Así como resalto la importancia de saber pedir ayuda, resalto también la necesidad de saber decir que “no”. Los límites para el entorno suelen ser un desafío interesante para las mamás solteras. Muchas veces suele pasar con la abuela (la madre de la madre) que se atribuye roles o funciones que nadie se las dio. Para convertirse en madre es fundamental el cambio generacional, y quien pasa a ser abuela que sea capaz de colocarse en ese rol, respetando las decisiones o voluntades de la mamá.
Cuando hay varias generaciones que conviven estos límites suelen ser más difíciles de colocar. Más aún si la vivienda pertenece a los abuelos u otras personas que no son la madre del niño. Existe la idea de: “es mi casa y se hace lo que yo digo”, quedando una línea muy fina, dando a confusiones en quien pone los límites al niño, o quien establece sus rutinas.
            Cuando los roles están claros y definidos, la convivencia familiar suele ser armónica, y el niño se siente acompañado y contenido. Cuando esto no se da, le puede resultar difícil saber a quién “hacerle caso”, si la abuela desestima las decisiones de la madre, y viceversa… entonces: “yo también”, puede pensar el niño. El respeto como valor social, se aprende en el núcleo familiar. Respetar al otro implica también respetar su lugar en el núcleo familiar, sus decisiones, su voluntad. Que los abuelos, tíos, hermanos (el entorno familiar) puedan darle el lugar a esta nueva mamá en su rol, es imprescindible, es ella quien por ahora decidirá sobre el niño.
Ser madre soltera ha dejado de ser un tabú o una rareza en nuestra sociedad. Es una realidad cada vez más frecuente, que implica sus retos particulares. La ayuda del entorno será crucial, así como saber poner los límites adecuados. Respetar la realidad de que el padre estará presente, aunque no sea físicamente, ahorrará sufrimiento (y sesiones de terapia). Pero lo más importante de todo… ¡es saber que se puede! Porque en definitiva, en palabras de R. Grock: “Lo que un niño necesita no son grandes respuestas, sino un corazón que lo ame, un oído que lo escuche y alguien que lo anime a seguir."

Lic. Claudia López


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