“Amamantar
es dar lo mejor de vos” dice Natalia Oreiro en la última campaña de UNICEF.
Pero ¿qué sucede cuando la mujer no puede dar de mamar? “No le estoy dando lo mejor de mí, entonces” reflexionó una mamá hace
pocos días.
Continuamente
aparecen investigaciones resaltando los grandes beneficios de la leche materna,
como favorece el sistema nervioso, la inteligencia del niño, su aparato
digestivo y respiratorio; ¡las últimas investigaciones dicen que hasta fortalece
sus habilidades sociales!
En varias
ocasiones me han dicho que cuide la forma en que hablamos de los beneficios de
la lactancia, para no genera culpa en las mujeres que no han podido amamantar.
Esto siempre me ha rechinado… ¿cómo es esto de la culpa?
La “culpa”, bendito
sentimiento, me atrevo a definirlo como una sensación negativa generada por
creernos responsables de hacerle mal a otra persona. Creo que es un tema de
género, las mujeres solemos adjudicarnos todas las culpas posibles. Si el bebé
se resfría, sentimos que es nuestra culpa por haberlo llevado al cumpleaños, si
se cae y se lastima, nos sentimos culpables porque no estábamos tan atentas…
Entonces con la lactancia tenemos que cuidarnos de no generarle culpa a la
mujer, porque si decimos que el bebé se va a enfermar menos si amamanta, pero
la mujer no puede hacerlo, la hacemos sentir culpable.
Es en este
punto donde yo me pierdo, y creo que entramos en una discusión que no tiene
sentido.
La realidad
es que hay algunas pocas razones físicas por las que una mujer no pueda
amamantar, las principales serían: si la mamá está infectada de VIH, si es
adicta a drogas o necesita tomar un medicamento contraindicado en la lactancia,
si está en tratamiento de quimioterapia o radioterapia, si hay problemas
congénitos del bebé, o si hay dificultades anatómicas de la madre o del bebé.
La realidad
es que en nuestro país cerca del 50% de las mujeres no logran dar de mamar de
forma exclusiva hasta los 6 meses de edad. ¿Y de quién es la culpa? Porque este
porcentaje tan alto seguramente excede a las situaciones mencionados.
Si la culpa
no es de las madres. La culpa no es de los padres. La culpa no es del personal
de salud. La culpa no es de los vecinos, de los amigos, de los gobernantes… si
la culpa no es de nadie, entonces la culpa es de todos.
Voy a
empezar por reconocer que la culpa es mía. Sí, es mía. Porque callo cuando la
enfermera le dice a mi amiga que le tiene que dar complemento a su bebé porque
nació por cesárea y supuestamente va a demorar en bajar la leche. La culpa es
mía porque callo cuando el ginecólogo le dice a la mamá que amamante cada 3
horas y deje llorar a su bebé. La culpa es mía por no apoyar a mi amiga que
amamanta, dándole ánimo, simplemente haciéndome un tiempo para escucharla.
La culpa
también es del papá del bebé, que a mitad de la madrugada le dice a la mujer
que deje de insistir con la teta, que con una mamadera el bebé va a dormir
mejor. También es del personal de salud, que apenas nace el bebé le da suero
glucosado para que no llore. Y del empresario, que no invierte en una pequeña
sala de lactancia para que la mujer pueda ordeñarse tranquilamente y en buenas
condiciones. Y podríamos seguir con infinitos ejemplos. Es que la culpa de ese
porcentaje de mujeres que no pueden llegar a la lactancia exclusiva a los 6
meses ¡es de todos!
Entonces,
¿cómo no hablar de los beneficios de la lactancia? ¡Hay que gritarlo a los 4
vientos! Pero no sólo para que lo escuchen las mujeres, es para que todos
seamos conscientes de su importancia, y generemos cambios sociales que apoyen a
las mujeres.
Estoy
convencida que es necesario cambiar el enfoque con el que abordamos el tema de
la culpa. Es preciso sacar el foco de las mujeres, no es para nosotras el
mensaje. Si la mujer de forma consciente y responsable decide no amamantar, o
hacerlo por pocas semanas, es su decisión. Pero no que se vea forzada por las
circunstancias. Por dolores insoportables que nadie la ayuda a mejorar, por
dificultades en la técnica, por mastitis, por no tener tiempo para ordeñarse,
por una y mil razones que con un poco de ayuda, con una palabra de aliento, con
el apoyo firme y contenedor del entorno, seguramente pueda superarlo.
Entonces,
¿de quién es la culpa? … ¿y si dejamos de ser culpables y cambiamos la
realidad?
No hay comentarios.:
Publicar un comentario