Rutinas para los bebés: Lo que mejor se ajuste para cada familia

El nacimiento de un bebé produce múltiples cambios y ajustes en la familia. Hay cambios emocionales: nos convertimos en padres con todo lo que ello implica. También hay cambios físicos en la casa: necesitamos encontrar lugar donde guardar la ropa del nuevo integrante, así como todas sus pertenencias, que por más que él o ella son tan chiquitos, suelen tener varios artefactos que ocupan mucho lugar.

Otro cambio importante suele ser la organización familiar. Las rutinas y hábitos de una pareja sin hijos, no va a ser la misma cuando el pequeño nazca, sin mencionar la complejidad agregada cuando hay hermanos. La hora de la cena, la hora de dormir, la cantidad de horas que se duermen de corrido, las salidas nocturnas y diurnas, entre muchos otros ejemplos. Los adultos tenemos lo que podemos llamar un “reloj biológico” y hábitos internalizados que transcurren a lo largo del día. Hay personas que no pueden comenzar su día sin un café por la mañana, otros tienen el hábito del mate. Cerca del mediodía comenzamos a tener hambre que nos llama al almuerzo. Hay personas que acostumbran comer fruta inmediatamente después de almorzar, mientras que otros la consumen en la tarde como colación. Es decir, diariamente los adultos mantenemos rutinas que nos van marcando y organizando el correr del día. Cuando, por alguna razón, no podemos llevar a cabo un hábito al cual estamos acostumbrados, solemos sentirnos extraños, como si algo nos faltara. Las rutinas nos organizan, emocionalmente nos dan seguridad.

¿Qué sucede con los bebés? Pues, exactamente lo mismo. Con la diferencia de que el bebé nace sin conocer el mundo exterior, su “reloj biológico” funciona de acuerdo a la vida intrauterina, ahora debe ajustarse a la vida fuera del vientre de su madre. ¿Cómo lo logrará? Esto dependerá de nosotros, los padres. Con las rutinas familiares, con los hábitos que le inculquemos, iremos enseñando las costumbres sociales y las particulares de la familia que le tocó en suerte. Recuerdo el caso de Daniel, un papá amoroso que solía dormir a su bebé en brazos, mientras le cantaba la canción de la “Tortuga Manuelita”. Con el correr de los meses, al mantener siempre el mismo hábito, con sólo escuchar esta canción, el bebé comenzaba a dormirse por su cuenta.

Baño, comida, sueño ¿cuál primero?

Las rutinas principales de los bebés serán: el sueño, la comida y el baño. Podríamos agregar el cambio de pañal y algún paseo. Los papás escucharan múltiples consejos sobre el orden de los mismos, y cada abuela, cuñada, prima y amiga tendrán un consejo para dar, según su propio “librito”. La realidad es que estás rutinas tienen un rol importante en la estructuración mental del niño. Por ejemplo, una gran enseñanza es diferenciar el día de la noche. En la noche se duerme, no se juega y no se baña, con el correr de los meses aprenderán que tampoco se come. Asimismo, comenzarán a diferenciar lo que es la mañana de la tarde. Podrán internalizar que hay un tiempo para jugar, otro para comer, y otro para descansar. Cuando sean más grandes, podrán identificar en qué momento del día llega mamá o papá del trabajo. No lo sabrán por mirar el reloj, sino que tendrán internalizado, según la rutina familiar. Por ejemplo, hay niños que saben que, luego de la siesta, llega el papá de trabajar. Además de tener una función de estructurar, los hábitos y las rutinas tienen un efecto tranquilizador en el niño, le dan seguridad. No están a la deriva, a la merced de lo que pueda llegar a suceder, sino que conocen, más o menos, lo que les sucederá en el día.

Mi hijo pequeño, Teo, cuando está ansioso por algo, tiende a enumerar lo que va a suceder en el día hasta llegar a aquello que desea: “Mamá, ahora vamos a comer, después a dormir la siesta, y después (con una sonrisa), vamos a ver “Cars 2” (Una película infantil)”. El conocer cómo transcurre el día lo ayuda a controlar su ansiedad. En los bebés, estos hábitos básicos de comer, dormir y bañarse pueden darse en diferente orden. Hay quienes prefieren cambiar los pañales antes de ofrecer el pecho, mientras que hay otros que lo hacen después. Hay quienes bañan al bebé en la tarde, otros por la mañana, mientras que algunos padres intentan superar la hora de cólicos de la tardecita con un baño calentito. Nuevamente, lo importante no es cuándo, sino mantener la rutina dentro de un mismo horario.

Es oportuno mencionar que no somos un reloj exacto, las rutinas pueden ser flexibles. Si un día necesitamos cambiarlas, el niño no va a tener ningún trauma psicológico. Tampoco implica que a las 17 hrs con 23 minutos debemos bañarlo todos los días, ni que a las 14 hrs con 10 minutos deba dormir la siesta. Es similar a lo que sucede con los adultos, nosotros no solemos almorzar a la misma hora todos los días, pero de alguna manera mantenemos cierto rango. Si acostumbramos comer cerca del mediodía, y un día no pudimos, seguramente a las 14 hrs tendremos hambre. Sin que sea consciente, mantenemos una rutina. Con los niños es similar, en cierto rango de horas comen, en otro rango suelen dormir, y en otro bañarse.

En conclusión, las rutinas y hábitos son necesarios para los seres humanos. Tienen una función organizadora. En los niños son aún más importantes, ya que colaboran en su estructuración mental, y favorecen los sentimientos de seguridad. Tampoco debemos ser sumamente estrictos y obsesivos con ellos, sino en la flexibilidad, mantener cierta organización. No importa tanto el orden de las rutinas, sino más bien que se mantengan y respeten.

Claudia López
Licenciada en Psicología

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