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Foto de David K |
Los primeros años de la
vida son momentos claves para el crecimiento y desarrollo del cerebro de los niños. Es en ese momento que se establecen los pilares que sostendrán el
aprendizaje, el comportamiento, la habilidad en regular las emociones y la
salud biopsicosocial a lo largo de la vida.
Los avances en la
ciencia actualmente muestran la importancia que las experiencias tempranas y
las precoces influencias del entorno tienen en la arquitectura y función del
cerebro en desarrollo. Podríamos decir que la información genética que viene en
nuestro ADN se encuentra silenciada. Para que esos genes se activen y se
expresen, es necesaria una señal que provenga del entorno. Esto es lo que
llamamos epigénesis, es decir, la modificación de la expresión de los genes a
partir de su interacción con el ambiente (1).
En este sentido, las experiencias
vividas en la etapa intrauterina y posnatal temprana juegan un rol fundamental.
Es decir, que las experiencias sociales y afectivas “modelan” la red neuronal, y
particularmente los vínculos tempranos con las figuras más relevantes.
El
vínculo de apego es una relación afectiva intensa, estrecha y duradera que se
establece con las personas más cercanas que intenten satisfacer las necesidades
básicas del bebé, tanto a nivel físico como emocional. El lazo de apego entre el recién nacido y sus
padres es una relación bidireccional, donde el bebé contribuye desde los
primeros momentos a esta interacción y se genera un
patrón dinámico de coordinación y sintonía, una regulación afectiva y
fisiológica mutua, estableciéndose entre ellos un patrón de comunicación
socio-afectivo. Este vínculo de apego no solamente es necesario para la
supervivencia del recién nacido, sino que también moldea
el desarrollo del hemisferio derecho, fundamental en la futura regulación de
las emociones (2).
Cuando una madre se encuentra cursando un cuadro depresivo, podríamos
decir que el funcionamiento de todo su organismo se encuentra deprimido (3). Muchas
veces no tiene la energía necesaria o suficiente para responder a las enormes
exigencias que implica cuidar a un bebé. Puede existir un “apagamiento” de las
demostraciones afectivas que disminuya los intercambios y dificulte la
interacción, alterando así ese vínculo de apego. Esto puede verse reflejado en
el niño como dificultades en la regulación fisiológica, es decir, alteraciones
de sus ritmos de alimentación y sueño, entre otros. En muchos casos los niños
pueden comenzar a replegarse, presentando conductas que eviten el contacto con
el mundo exterior y disminuyan la interacción.
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Foto de Wikipedia |
Otras veces pueden aparecer signos de hiperexcitabilidad
con inquietud, llanto intenso y aumento de la irritabilidad del bebé. Esta
situación aumentará las demandas y exigencias de los adultos referentes, lo que
puede potenciar el agotamiento y frustración de esa mamá, generando un círculo
vicioso que empeore aún más la situación. Incluso pueden desencadenarse
momentos de desborde que enfrenten al niño a un exceso de estrés difícil de
metabolizar. Todas estas situaciones ponen en riesgo el correcto desarrollo de
ese bebé.
Algunos estudios
plantean que la lactancia materna podría ser un factor de protección tanto para
la mamá como para el bebé (1).
Si bien no todas las madres deprimidas tienen
dificultades en el relacionamiento con sus hijos, en estos casos resulta
fundamental buscar la ayuda de un profesional. La detección precoz y la
intervención desde una perspectiva holística y relacional resultan fundamental.
Inés Acosta
Posgrado en psiquiatría pediátrica, diplomada en neurodesarrollo y posgraduada en psiconeuroinmunoendocrinologia.
Docente del curso de Asesor en Lactancia del Instituto Uruguayo de Lactancia Materna.
1. Lista A. Ciencias de la Felicidad y Ciencias de la depresión, Montevideo 2006 y 2008.
1. Lista A. Ciencias de la Felicidad y Ciencias de la depresión, Montevideo 2006 y 2008.
3. Marquez
López-Mato A. Psiconeuroinmunoendocrinología II, Buenos Aires 2004.
4. Corbo G. De-presiones maternas. Depresión maternal en el primer año posparto. Un tema oculto. Estudio de prevalencia. Uruguay, 2007.
4. Corbo G. De-presiones maternas. Depresión maternal en el primer año posparto. Un tema oculto. Estudio de prevalencia. Uruguay, 2007.
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